Autora de Cuatro cirios, Letras en desorden, Pingüis X y Ensalada de crónicas.
Editora de El búho de cristal.
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Lucina Vázquez Miranda. Foto: cortesía de la autora.
Gracias por el espacio y por la charla, efectivamente no escribí El búho de cristal, pero estoy segura que El búho de cristal escribió parte de mi historia infantil y marcó mi gusto por la escritura.
Cuando era niña pasaba todas mis vacaciones con mi abuela, en una casona colonial en pleno corazón de Xalapa, Veracruz. Ahí solo habitaban ella y mi tío Alfonso acompañados por un exuberante jardín, gatos, aves cantoras, palomas y todo lo que cuenta ALMIRMAC en su obra.
De su mano empecé a conocer la poesía en múltiples formas, recuerdo que lo primero que escribí con él fue un haiku. Ponía su gran máquina de escribir eléctrica, la más moderna en la época de los 90, en un extremo de la mesa y a sus costados hojas y más hojas.
Escribía con disciplina y con constancia. Llegué a conocer una primera versión artesanal mecanografiada en papel tipo couché tamaño media carta, con tapas naranja de cartón gruesa y en cuya portada estaba la imagen de un búho, todo lo anterior engargolado.
Pasaron los años y el libro no lo publicaba de manera “profesional”, él me contaba de ese anhelo. Años después elaboró manualmente otra versión, con la ayuda de una fotocopiadora que instaló en una recámara, con la cual diseñó no solo otra portada sino cintillas e imágenes página por página.
Al jubilarse manifestó que empezaría primero con el trámite de registro ante el Instituto Nacional de Derecho de Autor, llegué a ver los formatos llenos.
El tiempo siguió su curso y la muerte llegó sorpresiva como casi siempre. Ni bien se enfriaba su cuerpo y ya había rapiñeros llevándose electrodomésticos de su casa.
Después de un desgastante proceso con abogados, policía y demás instituciones legales, se vino la calma para vaciar una casa llena de recuerdos. Ardua tarea que llevó prácticamente un año.
Durante los primeros meses mi hermano se dedicó a empaquetar la pila de libros que ocupaba el comedor, una tarde me llamó por teléfono para decirme que había encontrado el poemario de mi tío. Quiso el destino que en lo que llegué a Xalapa se traspapelara nuevamente el engargolado “original”.
Esta vez los dos nos pusimos a revisar con detenimiento cada uno de los legajos que estaban sobre la mesa y ahí en hojas sueltas se encontraba mecanografiado el poemario El búho de cristal, exactamente junto a la pesada maquina eléctrica. Esa era la versión más reciente y más elaborada.
Como quien ha encontrado la olla de oro al final del arcoíris, me di a la tarea de ordenar las hojas que se encontraban en excelente estado para el tiempo transcurrido. Las guardé con sumo cuidado sin sospechar que el destino me guardaba otras sorpresas.
Me costó tiempo poder leer todo el material, al mismo tiempo era como ir cerrando un luto por su deceso, pero también el ir conociendo a alguien nuevo.
Tarea ardua fue la transcripción del material a medios informáticos, revisarlos letra por letra, pues era la idea plasmar todo en su versión prístina sin hacer ninguna corrección.
Pero los tiempos son perfectos y prácticamente a los siete años de su partida de este plano, pudo salir a la luz. Que mejor manera de recordar esa fecha que en lanzamiento al mundo de la versión digital.
“Después de un desgastante proceso con abogados, policía y demás instituciones legales se vino la calma para vaciar una casa llena de recuerdos. Ardua tarea que llevó prácticamente un año “
Era muy protector, siempre vio por mi abuela y por mi mamá, su hermana. Culto, muy inteligente, detallista, creativo, intenso, filántropo, sensible y una gran humanista. También era estricto, la disciplina era importante porque decía es lo que te permite avanzar.
Con él siempre fue todo o nada. Recuerdo que de pequeña necesitaba unos coleteros para el cabello y me llevó a un almacén, me pregunto cuál quería y al no poder decidir me compró todos los que estaban a la venta.
Su voz era fuerte, clara, se notaba su presencia a cualquier lugar que llegara. Gran cocinero, practicaba la medicina con pasión y, sobre todo, era un gran ser humano.
En la subsecuente limpieza del que fuera su hogar por más de 60 años, llegué a su cuarto de música, ya que él disfrutaba de tocar infinidad de instrumentos musicales, especialmente el piano.
Había un pequeño mueble que no se veía por el polvo y por los rollos de la pianola que lo cubrían prácticamente, al limpiarlo y abrir su cajonera encontré un engargolado amarillento y casi deshaciéndose. Eran los ejercicios donde escribíamos juntos, los cuales nunca pensé que los conservara. Parte de esa obra se incorporó a Letras en desorden.
No hemos encontrado más material, él escribía a máquina y no hay soporte magnético de su obra. Esperemos poder rescatar lo más posible.
La obra de ALMIRMAC me permitió conocerlo con otros ojos, verlo con sus virtudes y vicios, humanizarlo y entenderlo mejor. Si hubiera más material de su autoría, da por hecho que se sacaría a la luz, toda su producción la puedo considerar controversial, lo mismo le escribe a las mujeres que a los sindicatos, a las enfermeras de la clínica, a un tratado de libre comercio, con un dejo de ironía nos muestra su perspectiva y nos invita a mirar el tema con otros ojos.
Imagen de Alfonso Miranda Macías. Cortesía de la familia.
“No concibo mis recuerdos con él sin que exista música, un buen libro y plantas. Letras en desorden es un libro donde trato de encontrar sentido al caos de la obra escrita por propia mano o al alimón.”
Claro que sí, él me inculcó el gusto por la música clásica, por la poesía, por las artes.
Con él empecé a escribir, y él decía que lo mejor era escribir de lo que nos rodea, de cómo lo interpretamos. Las realidades son diversas, no solo las perspectivas.
Las plantas, su jardín, las flores son una parte en mi niñez llena de recuerdos, porque el cuidado que ponía en ellas, los viajes a los diferentes viveros por la carretera antigua Xalapa – Veracruz han llenado de historias no solo mi pluma, sino lo que soy ahora.
No concibo mis recuerdos con él sin que exista música, un buen libro y plantas. Letras en desorden es un libro donde trato de encontrar sentido al caos de la obra escrita por propia mano o al alimón. Donde rescato, sobre todo, sus enseñanzas, sus sugerencias, su punto de vista de la realidad.
Había un magnolio en el jardín que contó hermosas historias desde cómo llegó, hasta el día que feneció. Todo eso y más de otra manera es parte de la tinta, no solo de Letras en desorden sino de otras publicaciones más.
Directa o indirectamente soy su creación y su influencia la encuentro no solo al escribir, sino en mis gustos y actividades cotidianas. Incluso en el tono de mi voz, aunque reconozco que no es así en la cocina je, je, je.
También soy inquieta y de intereses diversos.
Estoy convencida de que, cuando desembarcas en los terrenos de la creación literaria, puedes conocer las playas de diversos estilos a los cuales recurres según la temática y, por qué no, tu estado de ánimo. Si bien uno desarrolla su manera del cómo interactuar con la pluma, es la polifonía de las diversas técnicas lo que te enriquece como escritor y autor.
Estoy trabajando en poesía con corte erótico y está por salir del “horno” un material que habla sobre la experiencia del trabajo voluntario. Del primero no podría dar fecha para la publicación, esperando que sea a inicios del próximo año, y del segundo a mediados de octubre debería de poder estar ya disponible.
Interesante pregunta, lo que uno lee de alguna manera se procesa y se convierte en una especie de huella.
Durante la pandemia creció el número de talleres de literatura y, sobre todo, aumentaron las obras independientes y autogestivas. Estoy leyendo a estos autores que tienen mucho potencial y textos maravillosos que compartir, un ejemplo sería Constelaciones marinas, de Atzayacatl Cabrera, oriundo de Ecatepec.
De igual forma, una rama que tengo pendiente por ahondar más es la minificción y recomiendo el libro Ficcionario, de Armando Escandón, quien ha sido mi maestro en estos andares.
Sobre la última interrogante, definitivamente sí.
Alfonso Miranda por los temas que maneja se convierte en atemporal, apandémico incluso.
Su visión y percepción de lo que entendía por realidad permite recordar temas tan polémicos como el TLC y hacer un análisis de los vicios que han aquejado a la sociedad desde hace tiempo y, a la vez, contemplar las virtudes que nos hacen llevadera la existencia.
Las redes sociales son grandes aliados si se les usa correctamente, estoy segura que la obra de ALMIRMAC tendrá muchos seguidores dentro y fuera de estas. Mario Ruoppolo personaje de Il postino, nos recordó que la poesía no es de quien la escribe, sino del que la necesita.
Y muchos necesitamos el mensaje de ALMIRMAC.
Portada de la edición reciente (2022) de El búho de cristal.
Portada de la primera edición de El búho de cristal.