Ivette Landeros

Entrevista

Ivette Landeros

Autora de Nadie se lo dijo al abejorro y Sofía 26

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Hola, Ivette… gracias por esta entrevista. Déjame empezar por un antecedente: en agosto de 2020 publicaste tu primera novela, Sofía 26, y apenas tres años después publicas tu segunda obra (Nadie se lo dijo al abejorro), también una novela. En Sofía 26 narras la historia de una chica que se lanza en una especie de viaje iniciático para reencontrarse. Cuando leí tu primera novela, me pareció que se trataba de una especie de coming of age (Bildungsroman para los puristas), una novela de autodescubrimiento en todo sentido. Ahora, en Nadie se lo dijo al abejorro, tengo la sensación de que estamos frente a un coming of age distinto, una especie de “meta género”, un género dentro de otro género; si bien el coming of age se centra en el crecimiento de sus protagonistas, en tu novela lo que haces es centrarte en el crecimiento particular de la protagonista como escritora: una novela que habla sobre el crecimiento de la protagonista como escritora… y la escritora es la misma autora. Así que quiero empezar por ahí, porque tengo la sensación de que empezaste a escribir la novela sin eso en mente, y al final parece que Nadie se lo dijo al abejorro es una especie de secuela de Sofía 26, en el sentido de que podemos asumir que se trata de la misma preocupación en ambas: la preocupación por el autodescubrimiento, ya como persona (en Sofía 26), ya como escritora (en Nadie se lo dijo al abejorro)… cuéntame, ¿qué tanto interés tienes en ese autodescubrimiento, o si solamente te ha salido al natural, como algo que -sin saberlo- te viene a la mente como un impulso?

Creo que, sin querer, terminé escribiendo una secuela de Sofía 26, en cierta manera. No es la misma protagonista ni personajes, pero sí comparten el deseo de crecer, autodescubrirse, reinventarse, volver a empezar y seguir los sueños. Nadie se lo dijo al abejorro no tenía la intención de ser un libro, empezó como relatos que escribí para mí en lo que se me ocurría algo mejor para mi nueva novela. En el camino me di cuenta de que escribir es como un espejo y me vi inmersa en la historia hasta que simplemente no pude dejarla. Siendo honesta, no tenía idea de cómo iba a terminar; entonces dejé que mi intuición me guiara, me tomé el tiempo que fuera necesario hasta que sucedió algo realmente extraordinario y dije “este es el libro que quiero publicar”. Me sentí confiada al mostrarme vulnerable porque, como lectora, me gustan las historias así, reales, de personas que se quiebran para poder transformarse. Quise escribir sobre esa vulnerabilidad al querer dedicar mi vida al arte, a mi pasión por los libros, porque en la actualidad aun no es bien visto: ningún escritor vive de sus libros. Y es verdad. Lo descubrí y lo comprobé mientras escribía Nadie se lo dijo al abejorro. Sin embargo, me dio la visibilidad de que en el mundo de las letras el cielo es el límite, que hay mucho campo de estudio, de trabajo… y es ahí donde me quiero quedar.

“…como lectora, me gustan las historias así, reales, de personas que se quiebran para poder transformarse. Quise escribir sobre esa vulnerabilidad… “

Entiendo que antes de Nadie se lo dijo al abejorro, intentaste con otros temas y otros recursos literarios, así que te pregunto: ¿cómo fue ese proceso en el que ibas a contracorriente de tu propio autodescubrimiento? Creo que para tus lectores y lectores sería interesante conocer ese aspecto poco conocido, que es el de desechar temas y páginas ya escritas.

 

Me sentí cómoda con el género de novela al escribir Sofía 26 así que, sin pensarlo, elegí el mismo para mi siguiente publicación. La novela estaba bien escrita en mi mente, los personajes bien desarrollados, los lugares, la historia. Incluso entrevisté a un par de personas para poder desarrollar a uno de mis personajes principales. El problema fue cuando lo pasé al papel, se me cayó todo. No pude unir los elementos; mis personajes masculinos sonaban femeninos, la historia resultó bastante predecible y perdí el interés. Al principio fue frustrante, incluso llegué a pensar que la escritura no era para mí; que el éxito de Sofía 26 había sido como suerte de primeriza y que ahí moriría mi talento. Después, en una presentación del escritor Alejandro Ordoñez, mencionó que él también había eliminado un intento de novela porque no le había gustado, que no se sentía cómodo con ella. Me sorprendí porque ya tenía comprometidas unas fechas con su editorial y aun así se atrevió a botarla. A partir de ahí, muchas historias similares de grandes escritores empezaron a aparecer frente a mí. Ahí encontré mi respuesta, yo quería escribir algo que me gustara, algo con lo que me sintiera cómoda. Entonces cambié todo, volví a empezar. Aquella historia no la tiré a la basura, simplemente la guardé para cuando quiera ser contada. Ese no era su momento.

En Cartas a un joven poeta (1929), Rilke no sólo ofrece consejos a su destinatario, sino que ofrece también su visión acerca de los temas humanos de siempre: el amor, la muerte, la soledad… Te pregunto: en tu novela intentas exponer cómo es el camino de una escritora y cómo se enfrenta también a las pequeñas cosas de la vida cotidiana, fuera del romanticismo en el que a veces se envuelve a los y a las escritoras, ¿qué temas te parece que son fundamentales para exponer frente a quienes desean ser escritoras? No sé, pero se me ocurre que, a casi un siglo de las cartas de Rilke, los temas podrían ser diferentes ¿el dinero, la estabilidad económica, el apoyo filial? ¿Cuáles son los temas fundamentales para hablar de ellos con alguien que quiere dedicarse a la literatura?

 

La salud mental, el éxito, el autosabotaje, la estabilidad económica, el reconocimiento, la inspiración. Ninguno de estos temas es romántico, ciertamente. Ser escritor es un trabajo como muchos otros: requiere dedicación, tiempo, compromiso, pasión. No es esperar a que te llegue la inspiración llamándola con un conjuro, es estar preparados para cuando aparezca. Es prepararse constantemente, estudiar, leer, tomar cursos y talleres. No hay escritores con suerte, hay escritores que estaban listos para tomar las oportunidades que se les presentaron, para ganar becas y concursos. Y, cuando por fin logras hacer presentaciones y darte a conocer, tu libro ya pasó de moda, las librerías ya lo movieron a la parte posterior donde nadie los ve porque hay nuevos títulos novedosos. Es preguntarse constantemente ¿qué tienen esos grandes escritores que yo no tenga?, y adquirir esas habilidades que faltan. No exigir a su creatividad que pague su renta, su carro, sus gastos y viajes. Dedicarse a la escritura es meramente por amor al arte. Nadie vive de los libros, pero sí vivimos gracias a ellos.

“Desde que publiqué esa primera novela, mi vida ya no fue la misma: perdí mi trabajo, lo recuperé, y después renuncié a él porque ya no encajaba en mi plan de vida…”

Creo que una de las partes más emotivas de Nadie se lo dijo al abejorro es la que habla sobre la pandemia del Covid-19. Fue una época difícil para muchos, algunos perdimos a amigos, familiares… En el proceso creativo, algunos autores y autoras experimentan un conflicto, porque su éxito creativo depende, a veces, del egoísmo afectivo. Quiero decir que no conozco a una persona que, estando en la cima de su éxito, se encuentre también cuidando a su madre enferma. A ti tocó estar en esa disyuntiva: mientras escribías tu novela, estabas también en un conflicto emocional por la enfermedad y muerte de una persona muy querida por ti… así que te pregunto -y este creo que es un tema difícil- ¿cómo dirías que una escritora ha de sobrellevar el día a día de su trabajo literario, mientras tiene que lidiar con ese tipo de conflictos emocionales sin caer en el egoísmo o renunciar a su obra?

 

No hubiera podido vivir mi duelo si no escribía lo que sentía. Escribir Nadie se lo dijo al abejorro fue un complemento importante de mi terapia psicológica; te puedo decir que leer y escribir me salvó de muchos ataques de ansiedad. Para superar un duelo hay que atravesarlo, vivirlo, sentir el dolor. No conozco otra manera de hacerlo si no es con la escritura. De lo contrario, yo lo guardaría en una cajita para no verlo, pero eventualmente, esa cajita se va a abrir en el momento menos indicado y no sabré qué hacer con ella. Así que mejor dejo mis emociones y sentimientos en el papel, porque no puedo vivir con ellas, no puedo dejar que el mundo siga girando sin mí. Vaciar esas emociones en un cuaderno fue para mí el inicio de sanar, de reconocer mi dolor, de validar lo que sentía, para después seguir con mi vida.
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Por último, Ivette, me gustaría preguntarte cómo ha cambiado tu vida desde Sofía 26, es decir: de aquella época a tu presente ¿qué tanto ha cambiado tu vida como escritora y cómo ha cambiado tu visión sobre el ámbito literario? ¿lo que ves ahora se parece a lo que creías hace tres años? ¿lo que ahora haces ha cambiado en la dirección que esperabas como escritora?

Desde que publiqué esa primera novela, mi vida ya no fue la misma: perdí mi trabajo, lo recuperé, y después renuncié a él porque ya no encajaba en mi plan de vida. Una vez que experimenté el mundo de los libros y su comunidad ya no quise salir. Mencionaba anteriormente todo el trabajo que se requiere para ser escritor, pero también tiene su lado amable: un 99% de las personas que he conocido desde entonces me han abierto las puertas sin siquiera pedírselos. Mi trabajo habla por mí, mis letras hablan por mí. He hecho amistades que quisiera tener conmigo el resto de mi vida porque se han convertido en mis personas vitamina. He leído más, he salido de mi zona de confort para aprender nuevas técnicas y estilos. El cielo es el límite. Me he convertido en la persona que siempre quise ser porque tomé grandes decisiones con miedo, pero las tomé, y estas me trajeron a donde me encuentro ahora. Recientemente me certifiqué para ser correctora ortotipográfica así que imagínate: me pagan por leer. ¿No es el sueño de todo lector y escritor?
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